viernes, 25 de octubre de 2019

Una pequeña luchadora


Rosa María Araujo Alvarez, nacida en la hermosa, pequeña e inclinada Azogues el 04 de junio de 1954, hija de unos padres sorpresivamente luchadores desde temprana edad: Gonzalo Araujo y Yolanda Alvarez. Sus hermanos, que luego por el prematuro fallecimiento de su madre le tocaría cuidar como a sus propios hijos, son: Francisco, Yolita, Jairo y Pablo. Sus hijos son María Cecilia, Mónica Tatiana, Paula Ximena y Joffre Santiago.

Se graduó en enfermería en la Universidad Estatal de Cuenca para luego venir a Loja a trabajar, su más grande logro fue ser directora de la Universidad Nacional de Loja por siete años, al comenzar su carrera a los 30 años. También fue docente universitaria por otros 32 años. Su más grande problema y que aún le duele fue quedarse huérfana a la corta edad de 15 años y hacerse cargo de sus hermanos. Y eso simplemente lo solucionó ignorando el problema.

Rosa a pesar de todo ha sacado todo el potencial a la vida disfrutándola cada minuto y la llevó a viajar por Colombia, Estados Unidos, Perú y Argentina. El país que más le gustó fue Argentina por ser ordenada y tipo europea. Su meta es poder ser cada día mejor en lo que hace y su lema al cual respeto mucho es “cada día ser mejor en todo y con todos”.

Corazón de oro, luchadora desde pequeña, su cara llena de lunares; de esfuerzo y amor por lo que hace, dulce con todo el que es dulce con ella. Sus anécdotas interminables junto a su humor amargo hacen querer nunca separarse; sus brazos suaves y calientes junto a su olor a melancolía perfectos para dejarte sin aire, olvidar todos tus problemas y hacerte recordar los momentos más felices de tu infancia, siempre optimista, siempre mirando hacia adelante buscando solución a todo.

Yo pienso que es muy tierna al preocuparse por todos, pero debería no solo preocuparse por los demás si no también preocuparse por ella, tomarse un tiempo para ella sola y deberíamos como ella aprender a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida porque muchas veces las cosas pequeñas llevan mucho más amor que las cosas grandes.

Sofía Cantillo

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